Y evitamos que un día digas...
«¿por qué no los guardé?»
No es tu culpa.
Es el trabajo. Las cuentas. Las reuniones. Las compras del súper.
Es el cansancio que se te pega a los huesos un miércoles por la noche.
Mientras tanto, ellos dibujan.
En servilletas. En hojas sueltas. En la parte de atrás de una factura.
Crean soles con gafas, monstruos de tres piernas, retratos de la familia donde todos flotamos.
Son trozos de su historia.
Y la mayoría de esos trozos terminan en un cajón.
O peor... en la basura.
No te voy a hablar de “crianza consciente” ni de “organizar tu tiempo con 5 sencillos pasos”.
Eso es para las revistas.
Esto es la realidad.
La realidad es que un día, ese dibujo que hoy te parece uno más, será
el único recuerdo que tengas de cómo tu hijo veía el mundo a esa edad.
Y... o lo salvaste... o lo perdiste para siempre.
Atiende...
(...pero atiende fuerte).
El otro día abrí un cajón.
Había un dibujo arrugado adentro.
Ni siquiera lo recordaba.
Era uno de esos que parecen hechos con la mano izquierda, los ojos cerrados y una sobredosis de plasticola.
Lo desplegué.
Y ahí estaba.
Un monstruo de tres piernas, un corazón con piernas… o capaz que era yo después de una semana larga.
Pero abajo tenía algo.
Una palabra.
Una que solo se entiende si sabés leer el idioma de tu hijo.
Una palabra escrita al revés: “Papá”.
Y fue suficiente.
No para enmarcarlo.
No para mostrarlo en Instagram.
Sino para entender algo:
«No quiero tirar más lo que vale.»
Pero no vale porque sea perfecto.
Vale porque es único.
Porque no se va a repetir.
Porque si lo tiro, lo pierdo.
Y si lo pierdo… no vuelve.
Por eso hice esto.
Soy Adrián. Padre.
Y mi obsesión es no olvidar lo que me importa.
Por eso creé PikiPiki...
No porque me diera por el diseño.
No para venderte un cuadrito “cuqui”.
Lo hice porque necesitaba una solución para mí.
Una forma de asegurarme de no volver a perder lo que de verdad me importa.
PikiPiki es mi sistema de rescate.
Un servicio para padres que, como yo, aman fuerte y no quieren olvidar nada.
Transformo ese caos de papeles en archivos digitales, libros de arte y cuadros que
sí da gusto ver. Que podés tocar. Que podés mostrarle a los abuelos.
Un recuerdo real, tangible y hermoso que dice sin palabras...
«Estuve. Te vi. Guardé esto porque me importás».
No es un servicio para todo el mundo.
No es para quien cree que “son solo garabatos”.
Es para quien entiende que un monstruo de tres piernas dibujado al revés puede ser más valioso que cualquier cosa que se compra en una tienda.
Si entendiste esto, si sentiste algo en el pecho al leerlo, entonces estamos en la misma trinchera.
Y si querés saber exactamente cómo funciona este “servicio de rescate”, qué opciones hay y cuánto vale poner a salvo esos tesoros, he preparado un manual con todo detallado.
No hay trucos, no hay fórmulas secretas.
Solo la explicación honesta de mi proceso y por qué lo hago así.
➡ Poné a salvo tus recuerdos antes de que sea tarde. Hacé clic acá.
PD. Y como habrás adivinado, no soy una fábrica. Soy una sola persona.
Por eso solo puedo aceptar un número limitado de proyectos al mes para asegurar que cada digitalización, cada libro y cada cuadro recibe el cuidado que merece.
Porque esto se hace de a poco, con pausa, con historia.
Y porque si entendiste todo lo anterior, ya sabés que...
...no se trata de un dibujo.
➡ Poné a salvo tus recuerdos antes de que sea tarde. Hacé clic acá.
Mi otra forma de luchar contra el olvido es escribiendo.
Por eso, cada día escribo un email.
No es una newsletter con los típicos “5 tips para la crianza”. Olvida eso
Es una historia. Una anécdota. Una reflexión cruda sobre lo que significa ser padre hoy,
en medio del caos, las dudas y los momentos que te salvan el día.
Es una idea que, como padre, me hubiera gustado leer cuando no sabía si lo estaba
haciendo bien.
Sin postureo. Sin consejos de manual.
Solo la verdad cruda de la trinchera.
Es gratis. No hay compromiso. Y te das de baja cuando quieras.
Si algo de lo que has leído te ha tocado una fibra,... allí te espero.
Te apuntas ahí:
Thank you for subscribing!
Have a great day!