¿Qué es ser valiente?.


Durante semanas le decía a Olivia que era valiente. 

Cada vez que lloraba por dormir sola, yo le repetía que sí podía. 

Que no pasaba nada. 

Que era fuerte. 

Que era como su papá. 

Una máquina de motivación barata. 

Como un coach de esos que no ha criado ni un cactus, pero te quiere enseñar a ser padre.


Hasta que una noche, entre lágrimas, me dijo...

—Papá, no soy valiente como vos.


Ahí la cagué.


Porque en lugar de parar y pensar qué coño estaba pasando, redoblé la apuesta. 

Más frases, más «sí podés», más «sos fuerte», más bla, bla, bla. 

Y más llanto. Más frustración. Más noches en vela.

Pensé que estaba ayudando. 

Pero lo único que estaba haciendo era empujarla a un lugar donde no encontraba nada propio. 

Solo ruido.


Hasta que me rendí. Y en lugar de decirle algo, le pregunté...

—¿Y para vos, qué es ser valiente?.


Se quedó callada. Lo pensó. Y después de un rato, dijo algo que no me esperaba:

—Es hacer algo aunque tengas miedo.


Listo.

Ese día durmió sola. 

No porque yo la convenciera. 

Sino porque ella se convenció.

Y esa es la diferencia entre empujar a alguien y dejarle descubrir sus propias piernas.

Entre decirle a un hijo qué hacer, y ayudarle a ver quién puede llegar a ser.


Los adultos somos adictos a resolver. 

A dar respuestas como si fuéramos Google. 

Pero a veces, la mejor forma de enseñar… es cerrar la boca y...

...hacerla pregunta correcta.


No por sabio. Sino para no seguir estorbando.